Cinco minutos...

Cuando las nubes llegaban, sabía que algo iba a pasar. Todo se ponía distinto, cambiaba el color de las cosas, el sol no quemaba tanto y mamá lo dejaba jugar, advirtiéndole que faltaba poco para entrar.
-Chiqui, andá pensando que en cinco minutos nos vamos...
-Cinco minutos, pensaba... cinco minutos cuánto serán?
¿En cinco minutos me tomo un helado... o puedo hacer un castillo, ser un caballero y pelear con un dragón?
Y un palito encontrado era la espada mágica, la que podía conquistar tierras y vencer malvados sólo con mirarlos.
-A mamá no le gusta que juegue con cosas peligrosas, pensaba mientras juntaba más ramitas.
Pero esta espada es buena, se convencía mientras volvía a meditar sobre sus cinco minutos...
-Mamá, un minuto qué es? Un bichito amarillo?
-No amor... un minuto es un ratito de tiempo, como cuando cerrás los ojos y pensás en algo lindo
-¿Un minuto es un chocolate, o un caramelo...? así de lindo o más?
-Puede ser tan lindo como quieras.
Entonces pensó un rato y se convenció: un minuto era un helado de vainilla.
-Bueno chiqui, pensá que en cinco minutos nos vamos...
-Uy, cinco helados de vainilla?
Y saltando sonriente juntó los juguetes, dejó las ramitas, puso las hojas a un costado y terminó su castillo de arena... feliz y seguro de que esos cinco minutos serían los más ricos de su vida.

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